miércoles, 27 de agosto de 2008

¿Quién pone los nombres a nuestras calles?

Que te diera el primer beso en la plaza de los Mártires no fue casualidad. No paraba de llover, y yo me quería morir como nunca. A partir de ahí, nos llovió en cada plaza, cada noche, tanto que aún llevo mojados los calcetines a veces.
Hoy, seis años después, también llovía. Con esa frialdad tan tuya te has ido para siempre, y he pasado por la calle del Desengaño esquivando a las putas, que hoy han sido más tiernas que tú misma.