Un esquiador dadaísta ha nacido para ser feliz. Asido a su fatalista excusa, ebrio de infalibilidad y marqueting, un esquiador es capaz de anudarse la corbata en tres minutos contados de reloj biológico y no obstante parecer comunista.
Consciente de ello, un esquiador fingirá no darse cuenta de nada. Si es dadaísta, un esquiador se envolverá en una manta de terciopelo y dirá que el frío viene de adentro. Un esquiador, si es dadaísta, comprará un auto de segunda mano y lo venderá en una aplicación mobile por aquéllo de incentivar la ekonomia*. A continuación, sintiéndose rumano, un esquiador concebirá dos hijos y verterá sobre ellos todo lo original que haiga dentro de *síc.
El esquiador, a estas alturas subvencionado, confeccionará un simulacro de lo visceral con perlas muy finas y las dispondrá con esmero bajo el cuello de una mujer española que llora, daltónica y desnuda, sobre un juego de twister en el año de 1980.
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