sábado, 20 de julio de 2019

El esquiador dadaísta 2:7

Un esquiador si es dadaísta deberá mantener el ayuno en esos días en que el sol es de color blanco puro y los pájaros beben el vino en lo alto de las copas.

Para ser dadaísta, el esquiador desanudará su ombligo con la ayuda de dos arcángeles japoneses y después dejará precipitarse el calor que viene de adentro sobre una plancha de piedra negra y fría. Lo minucioso, por adjetivo, será rechazado en forma pero no en fondo y a continuación, sostenidos sobre vectores de mazapán fino, sendos corifeos hundirán sus uñas sobre la masa hueca que brota del estómago y acuñarán palabras feas y ñoñas, ufanos y uraños a un tiempo, principio y fin de un cuento llamado: "el empeño del alfeñique", y lo anunciarán tres veces tres antes de hacer plop y volver a colarse dentro. Por ser dadaísta, el esquiador fingirá estar consciente para dar apariencia de verosimilitud a los infantes convertidos ahora en ramos que seguramente se habrán quedado dormidos, a sus pies, desnudos.

El esquiador, como es dadaísta, suele masticar el cielo como si fuera el corcho húmedo y rojo que cierra las puertas por dentro. Por ser dadaísta, el esquiador se corrige a sí mismo como el ave púrpura que anida en el pecho, encerrada para siempre etc.

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