sábado, 26 de abril de 2008

el esquiador dadaísta 1:8

Un esquiador, para ser dadaísta, debe haber padecido, como mínimo, una muerte en accidente o dos por indigestión. Tal acontecimiento será el salvoconducto de un esquiador cualquiera en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera para adquirir la categoría pretendida, pero deberá ser silenciado durante un periodo que puede oscilar entre un día y una vida entera, dependiendo del sujeto. En cada caso, las autoridades llevarán a cabo las pertinentes advertencias y/o amenazas, y convocarán al esquiador para que comparezca ante un tribunal constituido por dos tercios de esquiadores rasos y un tercio menos la quinta parte de este último compuesto por imbéciles de color dorado y portadores de ilusión con flema. La quinta parte deberá ser completada mediante sorteo entre el censo de un barrio marginal donde la mitad más uno de los varones sean versados en ultraísmo de interior o hayan cocinado cordero con serrín el viernes de cuaresma de 1980. El esquiador encajará la sentencia de la peor manera posible y dedicará el resto de su vida a relatar las molestias que le ocasionare tal proceso, tanto si el mismo se saldara con la homologación para el dadaísmo de alta montaña, como si el mismo se saldase con la expulsión inmediata del aspirante y sin posibilidad de apelación.
Un esquiador, al ser dadaísta, concibe la muerte como un proceso aséptico de búsqueda de sí mismo.

2 comentarios:

Violeta dijo...

Yo quiero cordero con serrín. Y patata.

SH765HT2 dijo...

El único esquiador dadaista que conozco que se autoinmoló mientras descendía por una pronunciada pendiente siendo estrangulado por un cable electrico no fue juzgado sumarísimamente por un tribunal de otros esquiadores frikis, aunque el tajo en la garganta le hizo un poco de pupa.